La herencia más peligrosa

Ceder sin tomar no es sucesión, es congelación.

La herencia más peligrosa
Foto de Oriol López

A lo largo de las dos últimas décadas he estado presente en numerosos procesos de sucesión, incluido el de nuestro propio despacho familiar, y creo que a menudo se pone demasiado el foco en la generación saliente y no en la entrante.

Por norma general, tendemos a ver cómo la generación saliente actúa de tapón y no quiere ceder ciertos ámbitos de la empresa, pero muchas veces ocurre justo lo contrario: líderes que desean apartarse y dejar paso a una nueva generación que no termina de tomar el relevo, ya sea por respeto o por falta de ambición.

En algunos casos, esa prudencia es admirable; en otros, es una forma más de inercia. Porque heredar una empresa no es solo recibirla: es reinterpretarla, aportar ideas nuevas y adaptarla a un mundo que ya no es el de los padres.

Creo que tenemos mal entendido el respeto, y que vemos cualquier cambio de estrategia como una traición a los padres. Pero la realidad es que los padres más satisfechos que he visto en un proceso de sucesión son aquellos que ven a sus hijos con ideas propias, les gusten o no.

Soy un firme defensor de que las empresas mantengan una identidad y un respeto por la tradición que las haga más sólidas a largo plazo, pero hay que diferenciar tradición de obstinación, si queremos obtener resultados y, de hecho, honrar de verdad el legado recibido. Es cierto que esto genera debate (y conflicto) pero es de esa conversación de donde salen las mejores ideas, ya que obligan a repensar la estrategia desde una óptica no sólo operativa sino también de legado.

Los tiempos cambian, y por muy bonito que fuera continuar con el negocio de alquiler de cintas de vídeo de nuestros padres, hoy los clientes ven películas y series en streaming, por poner un ejemplo muy claro.

Y no niego que —como en el caso de una empresa industrial a la que asesoré hace unos años durante su proceso de sucesión— reinterpretar el futuro pueda significar continuar el camino iniciado por la generación anterior. Pero hay que pasar por ese proceso de reinterpretación si no queremos caer en la inercia a corto plazo y en el desencanto a largo plazo.

Pero esa es la excepción que confirma la regla. Nada más.

Ceder sin tomar es como levantar un andamio sin que nadie suba: inútil. Y es entonces cuando las empresas se congelan: ni el pasado se va ni el futuro comienza.

Tu 1 %

¿Qué mantendrías y qué cambiarías si tuvieras que empezar de cero?

© Oriol López 2025

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Oriol López Villena

Oriol López Villena asesora a los empresarios para desarrollar estrategias de crecimiento para sus negocios y convertirse en socios estratégicos de sus clientes, añadiendo, vendiendo y entregando más valor, de modo que se conviertan en clientes de por vida.

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