El arte de hacerte trampas
Cuanto más ocupado, menos avanzas.
Este verano he leído el libro Prohibido nacer del humorista Trevor Noah, que habla de la infancia y juventud de un humorista sudafricano en tiempos del apartheid. Es un libro divertido y duro a la vez, porque nos habla de un tiempo no tan lejano en el que en un país se separaba a las personas por razas, y donde alguien como Trevor no podía nacer porque estaban prohibidas las relaciones entre un blanco y una negra, por ejemplo.
En un pasaje del libro, Trevor habla de su vida como adolescente, y de cómo dedica su tiempo a trapichear tanto como puede.
“Los trapicheos son al trabajo lo que navegar por internet es a la lectura; si acabas sumando todo lo que lees en un año en internet, con los tuits, los comentarios de Facebook o las listas, has leído el equivalente a una buena pila de volúmenes, pero, de hecho, no te has leído ningún libro en todo un año. Cuando lo pienso, eso era lo que hacíamos con tanta trampa: poner el máximo esfuerzo para producir unas ganancias mínimas. Es como la rueda de un hámster. Si hubiera aplicado toda aquella dedicación a la universidad, me habría sacado un máster. Y, en lugar de eso, me gradué en el arte de las trampas y los engaños, un título que ninguna universidad podría darme.”
Estoy seguro de que te has visto reflejado de alguna manera en este párrafo, igual que me ha pasado a mí. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado perdiendo el tiempo en una tarea inútil pero adictiva, que nos ha hecho perder el foco, para después quejarnos de que no tenemos tiempo para lo realmente importante?
Como empresarios, nos sentimos más cómodos respondiendo la montaña de correos electrónicos u ordenando la página web que estableciendo objetivos o llamando a nuestros mejores clientes, pero ambos sabemos que lo segundo nos llevaría a mejores resultados, seguro. El trabajo reactivo tiene eso: parece productivo, porque no paramos en ningún momento, y siempre estamos “resolviendo” temas. Cuando la montaña de mensajes pasa de 346 a 320, nos sentimos realizados, porque la dopamina nos hace creer que estamos más activos que nunca. La realidad es que hemos respondido mensajes que no hacía falta contestar, otros que debería haber respondido alguien de nuestro equipo y algunos más que se habrían resuelto antes con una llamada o un mensaje a todos los clientes, por ejemplo.
Los trapicheos de los que habla Trevor Noah son una práctica habitual en muchas empresas, que dedican sus recursos a parecer ocupadas en lugar de a mejorar sus procesos y crecer con intención. No niego que tengas trabajo diario que resolver, pero centrándote en él, en lugar de en lo importante, acabas fomentando el status quo y no la mejora, porque solo resuelves temas que tú no has elegido, en lugar de abrir otros nuevos que hagan crecer tu empresa y a ti mismo.
Como en el tenis, puedes jugar proponiendo o reaccionando. En el primer caso, tú marcas el ritmo y la estrategia, mientras que en el segundo te limitas a adaptarte a lo que hace tu rival.
Tu 1%
¿Qué porcentaje de tu día dedicas a reaccionar al juego de los demás y cuál a proponer tu propio juego? ¿Qué te propones para hoy? ¿Y para esta semana?
© Oriol López 2025