El ruido es vida
Si no oyes ruido, quizás tu empresa se está secando.
Caminando junto a la Ribera del Catllar, en dirección al Salt del Quer Roig, cerca de Setcases, el silencio brilla por su ausencia. De hecho, el ruido es atronador. Te envuelve de tal manera que llega a sobrecoger… hasta que, paradójicamente, te hace sentir en paz. Es uno de esos momentos mágicos en los que todo fluye: una conversación profunda, un baño inesperado o incluso una idea fugaz para el próximo desayuno del Fòrum Creix®.
Pensaba en ello, mientras recordaba cómo, hace un año, esos mismos torrentes estaban secos y en silencio. Y pensaba, a la vez, en una pregunta que suelo hacer a los empresarios cuando me dicen que están ocupados: ¿Bien ocupados o mal ocupados? La diferencia es clara: estar bien ocupado significa que hay movimiento en tu empresa. Clientes que entran, ideas que surgen, trabajadores que empujan para crecer, y, por qué no, dinero que fluye como agua de deshielo. Justo lo contrario a estar mal ocupado: apagando fuegos, atendiendo quejas, gestionando la rutina o revisando la cuenta cada día con la esperanza de poder pagar.
Tener una empresa es aceptar el ruido ensordecedor de un negocio que fluye. Así que, si no estás dispuesto a celebrar cada decibelio de más, mejor no empieces. Pero ojo: no todo el ruido es bueno. Por eso hay que estar atento, saber escuchar lo que se esconde detrás.
En la Ribera del Catllar, se oían pájaros, bichos moviéndose entre los arbustos y, si prestabas atención, el siguiente salto de agua, incluso mientras disfrutabas del actual.
En la empresa industrial con la que me reuní la semana pasada para revisar sus cifras semestrales, el sonido de las máquinas en marcha ya hablaba por sí solo. Si preguntabas a los operarios, te decían que andaban liados, pero sin quejas. En finanzas no había suspiros ni quejas en ventas, pero eso no significa que no hubiera ruido del bueno.
Al cerrar la reunión mensual, le resumí mis siete consejos para evaluar el ruido de una empresa:
Escucha activa sobre el terreno, no sólo en las reuniones. Acércate a producción, ventas o atención al cliente. ¿Las conversaciones son constructivas o reactivas?
Haz preguntas abiertas al equipo. ¿Qué se podría mejorar? ¿Qué os está desbordando? ¿Qué os ilusiona ahora mismo? Así distinguirás entre ruido útil (crecimiento) y ruido estéril (desgaste).
Toma distancia para detectar patrones. Dedica un rato a la semana al silencio. Si todo es ruido, no verás nada. ¿Qué se repite? ¿Dónde hay fricción? ¿Qué fluye con naturalidad?
Celebra los decibelios positivos. Una mejora, una nueva venta, una colaboración que ha funcionado… Señálalo. Refuerza el ruido sano.
No gestiones en exceso. Si estructuras demasiado, la iniciativa se apaga o explota por otro lado. Deja margen para que el equipo proponga, decida, se mueva.
Cuidado con los silencios sospechosos. Si un departamento está demasiado tranquilo, quizás hay desmotivación o desconexión. El buen ruido no es siempre volumen, pero sí movimiento.
Conecta la rutina con la visión. Cuando el equipo sabe a dónde va la empresa, aparece el ruido que interesa: preguntas, ideas, retos. Si solo vive el día a día, será ruido reactivo.
Tu 1%
Salir a caminar es un hábito saludable y gratificante. Pero muchos empresarios no lo disfrutan, atrapados como están en el ruido del día a día. Por eso: sal del despacho y escucha.
© Oriol López 2025