Las tres claves de una sucesión de éxito
La parte más complicada de las sucesiones empresariales es el “mientras tanto”
Cuando empecé a dirigir el despacho, mis padres eran todavía bastante jóvenes y tenían ganas suficientes para seguir en activo entre diez y quince años más. Esto nos ponía en un interreino que se preveía convulso, teniendo en cuenta el carácter fuerte que tanto mi padre como yo mismo tenemos.
Por eso, establecimos tres normas que debían regir el negocio durante el tiempo en que ambos coincidiríamos:
- En primer lugar, acordamos que era básico hablar abierta y claramente, a riesgo de provocar discusiones. Preferíamos una buena discusión que un mal silencio, y predicamos con el ejemplo desayunando todos los días juntos para hablar (y discutir) de lo que consideráramos oportuno.
- En segundo lugar, establecimos un alcance temporal para nuestras decisiones, de modo que, en caso de duda, aquellas que tenían un efecto a corto plazo correspondían a mi padre y las que influían en el largo plazo me correspondían a mí. Como puedes comprender, a medida que avanzaban los años, las segundas empezaron a superar a las primeras, lo que es lógico a nivel sucesorio.
- Por último, comunicábamos y actuábamos ante todo el mundo (equipo, clientes, bancos…) como un órgano colegial. Es decir, cualquier decisión que tomábamos, aunque fuera de uno de nosotros, la asumíamos como propia.
Dirigimos así el despacho a unos resultados históricos y a una gestión que era la envidia de parte del sector, lo que nos permitió, llegado el momento, venderlo a un precio justo para mis padres.
Es sencillo. Siempre he tenido claro que, si hubiéramos tenido miedo a hablar claro, no hubiéramos establecido un criterio temporal para los desempates y/o sólo nos hubiéramos hecho responsables a ojos de los demás de nuestras propias decisiones, las cosas hubieran ido mucho peor, porque no habríamos podido ser conscientes de las decisiones que tomábamos.
© Oriol López 2023